Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción

La Iglesia está dedicada a la Virgen de la Asunción, aunque popularmente es conocida como Iglesia de Santa María.

De las tres iglesias que llegó a tener Cabezón, es la única que queda en pie. Se trata de un edificio del primer cuarto del siglo XVI y fue levantada sobre la antigua iglesia románica también dedicada a Santa María.

Sufrió a lo largo de su historia un azaroso proceso constructivo y de reformas del que es producto el templo que hoy contemplamos, levantado entre los siglos XVI y XVII.

En el primer cuarto del siglo XVI, se levantó un templo gótico finalista con estructura de una nave y capilla poligonal de tres paños con un tramo recto presbiterial, cubierto con bóveda de crucería estrellada.

En 1552 se levantó la torre situada a los pies, obra que corrió a cargo del cantero Juan de Sarabia. Su arquitectura responde a concepciones herrerianas aunque, pese a lo avanzado del siglo, los dos primeros cuerpos de esta torre se cubren con bóvedas de crucería con terceletes, idénticas a la que cubre el crucero. Es de cuatro cuerpos y se accede a ella por una escalera de caracol.

En 1586, se decidió ampliar la iglesia realizándose el crucero y la sacristía. Esta obra fue encargada al arquitecto Juan de Nates, discípulo de Juan de Herrera y uno de los máximos exponentes del foco clasicista castellano. La obra se prolongaría durante más de 20 años. El retraso fue motivado por desacuerdos legales entre el párroco del pueblo y el arquitecto, quien había  proyectado para el templo una reforma de dimensiones mayores a las que se realizaron. Finalmente se concluyó la ampliación en 1616, por obra de Francisco de Buega.

Terminada la cabecera, seguramente por problemas de estabilidad del edificio, se acometió la reconstrucción del cuerpo de la iglesia. Las trazas y condiciones se encomendaron al maestro Juan de Rápide, quien proyectó una nave clasicista con portada de piedra rematada por frontón y bolas herrerianos (con una hornacina que cobija la imagen de la virgen titular). La obra corrió a cargo de Sancho de la Riba, quien firmó la escritura de concierto en 1635.

La capilla mayor y el crucero son los únicos sectores góticos del templo. La capilla es poligonal de tres paños, en dos de los cuales se abren ventanas de medio punto. Su interior está hoy totalmente ocupado por un retablo rococó.

El crucero, al igual que la torre, está cubierto con una bóveda de crucería realizada en yeso, formando un complicado dibujo con terceletes y combados, diseñando una estrella de cuatro puntas. El arco de acceso a la nave es apuntado, el único que resta de estas características en el templo.

La iglesia está levantada en sillería bien trabajada. Exteriormente se eleva sobre un zócalo y está reforzada por contrafuertes de remate inclinado que se elevan casi hasta la cornisa, posteriormente elevada, decorada con bolas hispano-flamencas, como en San Benito de Valladolid.

Ya en el siglo XVIII fue reformado el interior de la iglesia, con mampostería enlucida y yeserías barrocas de diferentes motivos.

En el interior sorprende la pulcritud del retablo mayor, restaurado en el 2006. Es obra de Ventura Ramos y está fechado en 1749. De estilo rococó decorado con guirnaldas, rocallas y más de 50 ángeles y serafines. Lo preside una talla policromada de la Virgen de la Asunción, cortejada por otras tantas de San Pedro, San José, Santa Benedictina y un Cristo del siglo XVII.

En el lado del evangelio está la Capilla del Sagrado Corazón, con retablo también barroco de novena y procesión cada penúltimo domingo de junio. En dicha capilla encontramos imágenes de la Virgen del Pilar, de San Antonio, un San José del siglo XVIII y en el centro el conocido como Cristo de los Revilla, del siglo XVII.

La capilla de la derecha está dedicada a San Roque, patrón del pueblo. Está representado en una imagen que es llevada en procesión solemne cada 16 de agosto. Esta escultura data del siglo XVIII. Existe otra talla del santo expuesta en el baptisterio, de mayor valor artístico, y recientemente restaurada gracias a la Asociación de Amigos del Belén. Esta capilla la completan esculturas de San Ramón Nonato, la Virgen del Sagrado Corazón, San Pedro Regalado (siglo XVII) y el Sepulcro del Santísimo Cristo de la Dolorosa.

En la nave central hay también retablos simétricos de los que hay que destacar sus pinturas: datan del siglo XVI las tablas y del XVII los lienzos. Nos muestran las jornadas de la Virgen (que antiguamente eran representadas por los feligreses), así como pasajes de la vida de Jesús. En el retablo del lado de la epístola, encontramos la talla gótica de la Virgen del Manzano, rescatada de una antigua ermita medieval del siglo X-XI, que fue destruida durante una sangrienta batalla que tuvo lugar en el pueblo durante la Guerra de la Independencia.

Se trata de una pequeña pieza de madera policromada, datada en el siglo XIII, muy querida por los cabezoneros.

Más hacia el fondo, encontramos otra de las joyas del templo: un sepulcro gótico, del siglo XIV, con la estatua yacente de Don Pedro Fernández Bravo, criado del papa Gregorio XI y canónigo de Palencia, Burgos y Valladolid.

Este ilustre personaje era natural de Cabezón y, a su muerte, dejó sus bienes al pueblo. En el libro Los Pueblos de la Provincia de Valladolid, editado por primera vez en 1895, el autor señala: «A 4 k. de la villa enseñan todavía los agradecidos hijos del pueblo las ruinas de la casa, el monte y el barco ó valle de tan esclarecido personaje».

A los pies de la iglesia está el coro, levantado sobre tres arcos de medio punto. En él se conserva el espléndido órgano barroco (1720) construido por el maestro organero Francisco Ortega. Es una caja de madera policromada de unos 6 metros de altura, con impresionantes tuberías de las que se conservan más del 80.

Bajo el coro, en el baptisterio, encontramos la pila bautismal. Por sus características proviene seguramente del antiguo templo románico. Junto a ésta se ha instalado una exposición de objetos litúrgicos de diferentes cronologías: un palio bordado, útiles de orfebrería, misales, imágenes, etc. Por último, la sacristía, de escaso valor artístico en su estructura. Se trata de una base cuadrada cubierta con bóveda vaída y yeserías (de las que sólo se conserva una de las originales).

En su interior encontramos una valiosa cajonera de 1719 tallada por Manuel Lozano, con un escudo obispal. Entre las pinturas que la decoran, destaca el Cristo Yacente del XVII de Mateo Cerezo, copia del original que está en la iglesia vallisoletana de San Lorenzo. También se guarda celosamente en ella una cruz parroquial, verdadera joya de orfebrería, labrada en 1627.

Juan de Nates fue, junto a Juan de Rivero Rada (quien trazaría el puente de Cabezón) cabeza del foco clasicista vallisoletano. Era discípulo de Juan de Herrera, con el que trabajó en El Escorial. Entre sus obras cabe destacar en Valladolid la Iglesia de las Angustias,  la reconstrucción del patio del colegio de Santa Cruz, y la fachada de la Vera Cruz; también trazó la parroquia de la Anunciación en Santander, la Iglesia de Villabrágima y la Ermita herreriana del Humilladero de la Quinta Angustia en Tudela de Duero.

 

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